miércoles, 21 de noviembre de 2012

NO FUE TU CULPA


Cada sobreviviente que he conocido ha lidiado con la culpa, con la horrible sensación de que había algo mal muy en el fondo de ella (él) que causó el abuso. A pesar de que esta idea es universalmente sostenida, [Laura Davis] he hablado con miles de sobrevivientes y todavía no he conocido a ninguno que haya sido culpable de haber sido abusado sexualmente.
Hay muchas razones por las que los niños y niñas (y más tarde adultos sobrevivientes) se consideran a sí mismos responsables. El abusador podría haberte dicho que fue tu culpa. Otros adultos podrían haber reforzado esta idea. Si tú lo dijiste, pudiste ser culpado o castigado. Tu religión podría haber hablado de pecado, infierno y condenación. Si el abuso tuvo lugar en tu familia, era menos doloroso culparte que aceptar la realidad de tu situación –que los adultos que se suponía que te deberían amar y respetar estaban tratando de lastimarte. Si tú creías que el abuso fue tu culpa, al menos tú podías mantener la ilusión de que había algo que tú podías detenerlo.

Hay ciertas circunstancias que hacen a los sobrevivientes sentirse aun más responsables por el abuso. Si tu cuerpo respondió a la estimulación, si tú experimentaste placer sexual o disfrutaste la cercanía que viene aparejada con el abuso, tú pudiste tomar estas cosas como prueba de que realmente fue tu culpa. Si no dijiste no, buscaste la atención, fuiste abusada(o) por un hermano que era sólo un poco mayor que tú, o tú eras mayor, puedes sentir particular vergüenza. Y si tú eres un hombre, tienes que lidiar con los mitos adicionales de que los hombres no son víctimas y que tú tuviste “suerte” de ser iniciado sexualmente a temprana edad.

Pero incluso si tú experimentaste todo esto, no significa que el abuso sea tu culpa. Nunca está justificado que una persona más poderosa tome ventaja de la vulnerabilidad, ingenuidad, curiosidad o necesidad de atención de una persona más joven. El abuso sexual nunca es responsabilidad del menor. Siempre es responsabilidad del adulto.

Los ejercicios en este capítulo están diseñados para ayudarte a entender por qué el abuso no fue tu culpa. Identificarás las razones por las que te sientes responsable por el abuso y encontrarás información que desacredita esas razones. Serás enviada(o) en un viaje de campo a observar niños y niñas y adolescentes de la edad que tú tenías cuando comenzó el abuso y tendrás la oportunidad de investigar en tu propia infancia la evidencia de tu vulnerabilidad e inocencia. Un proyecto de arte te ayudará a entrar en contacto con el niño(a) que todavía vive dentro de ti y el ejercicio escrito final te requerirá acercarte a un pequeño(a) que hoy se siente responsable y avergonzado.

DEJANDO LA VERGÜENZA

Antes de que dejes de sentir vergüenza, debes reconocerla, nombrarla y ponerla frente a ti a plena luz de día. Cuando mantienes la vergüenza en secreto, gana poder sobre ti. Aún te sigues sintiendo tan avergonzada(o) como para decírselo a alguien porque piensas que el abuso fue tu culpa. Pero admitir la culpa es el primer paso para debilitar su poder.
El siguiente ejercicio se divide en dos partes. La primera te pide que identifiques las razones por las que te culpas tú misma(o) por el abuso; la segunda requiere que reúnas información para negar esas razones. Contestar las preguntas de la primera sección puede generarte intensos sentimientos de vergüenza y odio a ti misma(o). Es importante que cuentes esos sentimientos para completar las afirmaciones más positivas de la segunda sección. Trata de completar ambas partes a la vez.

IDENTIFICANDO LA VERGÜENZA ESCONDIDA

Completa las siguientes afirmaciones. No dudes ni censures tus respuestas. Anota la primera cosa que venga a tu mente. (Siéntete libre de usar cualquiera de los ejemplos con los que te identifiques.
  1. Realmente fue mi culpa porque seguí yendo por más. Yo fui quien pidió un masaje en la espalda.
  2. Realmente fue mi culpa porque tuve un orgasmo. Debí quererlo.
  3. Realmente fue mi culpa porque nunca dije no.
  4. Realmente fue mi culpa porque sólo era mi hermano y era sólo un año mayor que yo.
  5. (Para mujeres) Realmente fue mi culpa porque mi padre dijo que era una ramera. Él me dijo que yo quería.
  6. (Para hombres) Realmente fue mi culpa porque tuve una erección. Debe haberse sentido bien para mí.

  1. Realmente fue mi culpa porque…
  2. Realmente fue mi culpa porque…
  3. Realmente fue mi culpa porque…
  4. Realmente fue mi culpa porque…
  5. Realmente fue mi culpa porque…
  6. Realmente fue mi culpa porque…
REMPLAZANDO LA VERGÜENZA CON LA REALIDAD

Una persona que te dé un buen apoyo te dirá inmediatamente que el abuso sexual no fue tu culpa. Una persona que te dé un gran apoyo te dirá porque no fue tu culpa. Si tú empiezas con un entendimiento intelectual de porque tú no fuiste culpable, ese entendimiento a menudo comienza a infiltrar y remplazar las creencias falsas que cargas. Tu sentido de vergüenza es gradualmente aliviado y empiezas a darte cuenta, en lo profundo de tu ser, de que tú realmente no fuiste culpable.

Regresa a “las razones por las que fue mi culpa” que acabas de anotar. Para cada razón, escribe una refutación correspondiente (ve los ejemplos siguientes). Si tú no puedes pensar en nada que escribir, habla con otros sobrevivientes. Lee El Coraje de Sanar. Lee otros libros acerca de sanar el abuso sexual infantil. Pídele a tu terapeuta que te lo explique. Si no tienes un terapeuta, ¿qué crees que te diría un buen consejero? Este es un proyecto de investigación. Es tu trabajo traer los hechos y la información que contradiga tus razones para culparte a ti misma(o).
Cuando hayas terminado tu investigación, anota las razones abajo. Incluso si tú no crees en ellas al inicio, anótalas de todas formas. Poner la verdad sobre papel es el primer paso para remplazar una falsa creencia con una verdadera.
  1. No fue mi culpa porque los niños necesitan atención y afecto para sobrevivir. El sexo con mi abuelo fue el único contacto que estuvo disponible para mí. Es por eso que yo volvía por más.
  2. No fue mi culpa porque mi cuerpo respondió. Mi cuerpo hizo lo que se supone que debe hacer. No fue mi culpa.
  3. No fue mi culpa porque nunca me enseñaron a decir NO. Nadie en mi familia nunca me enseñó que está bien establecer límites o decir NO.
  4. No fue mi culpa porque mi hermano era mayor y más fuerte que yo. Él tenía mucho más poder que yo en la familia. Yo lo miraba y quería hacer lo que fuera para complacerlo. Cuando tú tienes 12 y tu hermano 13, un año es una gran diferencia.
  5. (Para mujeres) No fue mi culpa porque mi padre estaba equivocado. Yo era una niña inocente. Él me llamó ramera para justificar su conducta enferma.
  6. (Para hombres) No fue mi culpa porque se supone que los penes responden al tacto. Yo tuve una erección porque mi abusador me estimuló sexualmente, no porque yo quisiera ser abusado.

  1. No fue mi culpa porque…
  2. No fue mi culpa porque…
  3. No fue mi culpa porque…
  4. No fue mi culpa porque…
  5. No fue mi culpa porque…
  6. No fue mi culpa porque…

COSAS PARA REFLEXIONAR:
  • ¿Qué fue más difícil para mí, la primera o la segunda parte del ejercicio? ¿Por qué?
  • ¿qué respuesta me resultó la más vergonzosa en la primera parte? ¿Qué respuestas fueron las más difíciles de contar?
  • ¿Creo en las cosas que escribí en la segunda parte de este ejercicio? Si no, ¿Qué me ayudaría a hacerlo?

OBSERVANDO NIÑOS Y NIÑAS

Muchos sobrevivientes creen que son culpables porque ellos piensan que debieron hacer algo para detener el abuso. Esto es porque muchos sobrevivientes no están familiarizados con qué tan vulnerables son los niños y niñas. Tienen una idea no realista de la habilidad de los niños para protegerse a sí mismos. La mejor manera para ganar una perspectiva adecuada es observar a los niños y niñas.
Ve a un lugar donde puedas observar niños y niñas que sean de la edad que tenías (o crees haber tenido) cuando el abuso comenzó. Si tú eras un bebé, ve a una guardería. Si tú tenías 4 años, ve a prescolar. Si tenías 9 años, observa a un grupo de estudiantes de cuarto grado en el recreo. Y si tú eras adolescente, acude a un centro comercial. Si tienes hijos propios, retrocede y obsérvalos con una mirada escudriñadora.
Conforme observas, mira cuidadosamente. Físicamente, ¿Qué tan grandes son los niños y niñas? ¿Cómo suenan sus voces? ¿Cómo se comunican? ¿De qué hablan? ¿En qué se interesan? Si son chicos y chicas mayores, mira la vulnerabilidad encubierta en su aparente madurez. ¿Cómo interactúan con sus pares? ¿Con otros adultos? ¿Crees que estos chicos y chicas quieren tener sexo con adultos? ¿Puedes ver que ellos pueden ser fácilmente manipulados? Si encuentras que alguno de ellos está siendo abusado, ¿pensarías que él o ella se lo merecen?
Anota tus observaciones.

COSAS PARA REFLEXIONAR:
  • ¿Cómo pensaba antes que eran los chicos y chicas antes de hacer mis observaciones?
  • ¿Mis expectativas eran realistas? Si no, ¿Por qué no? ¿Cómo cambiaron mi perspectiva mis observaciones?
  • ¿Este ejercicio influyó mis propios sentimientos de vergüenza y responsabilidad en alguna forma? Si sí, ¿cómo?

EVIDENCIA DE NIÑEZ

Reconocer la vulnerabilidad de los niños de hoy es un paso importante para superar la vergüenza. Pero tú también tienes que reconocer que tú eras igual de vulnerable, si no es que más, cuando eras niño(a). Actualmente a los infantes se les enseña a decir no y a decirle a alguien si están siendo abusadosi. A pocos de nosotros se nos dijo algo más que un vago “no aceptes dulces de desconocidos” cuando éramos niños o niñas. Aun así muchos de nosotros todavía se sienten responsables.
Uno de los problemas es que muchos adultos sobrevivientes fallan en reconocer el hecho que ellos realmente eran niños o niñas cuando ocurrió el abuso. Tú concibes tu infancia como una época en que eras una versión miniatura de ti adulto. Tú crees que tenías los mismos recursos y habilidades entonces que tienes ahora.
Hay muchas maneras de recordarte a ti mismo(a) que tan joven realmente eras cuando el abuso ocurrió. Los recuerdos de la infancia pueden ayudar. Si tienes fotografías de tu niñez, míralas. Muéstraselas a alguien más. Platica de los ves. Mira lo joven que eras, físicamente qué tan pequeño(a) eras. Nota la expresión tu cara. Observa la ropa que usabas.
Un reciente entrenamiento profesional, mencioné el utilizar fotografías como una forma de ayudar a los sobrevivientes a entrar en contacto con su niñez. Una terapeuta añadió que ella les pide a sus clientes que traten de encontrar muestras de escritos que hayan hecho cuando eran niños o niñas. La larga, delgada y temblorosa letra, el proceso de pensamiento infantil, el lenguaje simple, sirven como excelentes recordatorios de qué tan joven realmente eras.
No todos los sobrevivientes tienen acceso a esta clase de registros. Todo lo relacionado con tu infancia podría haber sido destruido. Tal vez tú no puedes tener contacto con las personas que tienen estas cosas y tal vez no quieras tenerlo. Pero si tú tienes acceso y la inclinación, tales registros pueden proveerte valiosa penetración dentro del hecho de que tú realmente eras un niño o niña y que el abuso no fue tu culpa. (Antes de que busques los materiales de tu pasado, vuelve a leer “Investigando tu niñez” para tener ideas, sugerencias y precauciones).
Toma unos momentos para escribir cualquier idea que tengas para localizar escritos o dibujos de tu niñez. ¿Hay recuerdos que tengas o que puedas conseguir? Hay algo tangible que te puedas recordar que tú eras un(a) niño(a)? ¿Que no eras un adulto, sino un blanco vulnerable para el abuso? Anota todo lo que puedas conseguir.
POSIBLES RECORDATORIOS DE MI INFANCIA
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Cosas para reflexionar:
  • ¿Quiero mirar atrás y buscar recuerdos de mi infancia? ¿Por qué sí o por qué no?
  • (Si tú decides mirar estas cosas) ¿Qué espero ganar a través de este proceso? ¿Mis expectativas son realistas? ¿Cuál es mi siguiente paso?

EL NIÑO INTERIOR

No importa que tan crecidos estemos y qué tan adultos seamos, cada uno de nosotros tenemos un niño interior (o muchos niños interiores) escondido bajo capas de sofisticación, madurez y protección. El niño interior es la parte de nosotros que todavía está conectada a los anhelos y el dolor de la infancia. Cuando vas hacia atrás y re experimentas tu abuso, entras en contacto con tu vulnerabilidad y suavidad, sientes la ira, el miedo y el duelo de tu infancia, estás en contacto con tu niño interior.
Aun los sobrevivientes a menudo odian, ignoran o temen al niño interior. Tal vez te burlas de la idea de que un niño vive dentro de ti. O tal vez podrías sentirte enojado(a), al creer que este(a) niño(a) te metió en estos problemas para empezar. Tú no te quieres sentir vulnerable, al re experimentar los sentimientos de la infancia de abandono y dolor. La última cosa que quieres es desarrollar son sentimientos de ternura por este(a) mocoso(a) molesto(a). Pero el niño interior no merece tu ira y tus juicios. En lugar de ello, ese(a) niño(a) necesita tu amor, respeto y cariño consistente. Hasta que tú te conviertas en aliado(a) de tu niño(a) interior y aprendas a respetarlo(a) y cuidarlo(a), estarás dejando una parte de ti atrás.
ACTIVIDAD: IMAGINANDO AL NIÑO INTERIOR
Haz un collage que represente ambos, al adulto y al(a) niño(a) en ti. Encuentra una caja de zapatos. Vuelve a leer las instrucciones sobre cómo hacer un collage. Prepara tus materiales para hacer el collage empieza por pensar acerca de tu vida como adulto. Recorta palabras e imágenes que te recuerden todos los aspectos de tu ser adulto. Pégalos en la parte externa de la caja. Esto es lo que la gente ve cuando te conocen ahora. Luego piensa en tu niño interior, el(a) niño(a) que alguna vez fuiste. Recorta palabras e imágenes que revelen los sentimientos y pensamientos de ese niño(a). Pégalos en la parte interna de la caja. Esto representa las partes más tiernas y vulnerables de ti.
Tú no tienes que mostrar la parte interior de tu caja a nadie pero al menos tú sabes qué es lo que está dentro.
Cosas para reflexionar:
  • ¿Cómo te sientes acerca de la idea del niño interno?
  • ¿Qué clase de relación tienes con el(a) niño(a) ahora?
  • ¿Cómo te gustaría que cambiara esta relación en el futuro?

CARTA A UN(A) NIÑO(A) ABUSADO(A): UN EJERCICIO ESCRITO

Este es un ejercicio muy útil si tú todavía te estás culpando por el abuso o si estás odiando al(a) niño(a) interior. Imagina un(a) niño(a) que tiene la edad que tenías cuando empezaste a ser abusado(a) (o crees que empezaste a ser abusado(a)). En los ojos de tu mente, mira la forma cómo ese(a) niño(a) está vestido. ¿Cómo lleva el cabello? ¿Cómo se ve? Dale un nombre a ese(a) niño(a). Ahora imagina que él o ella está siendo abusado(a), tal como tú fuiste.
Vuelve a leer las instrucciones para la escritura libre. Ahora prepara un timer (cuenta regresiva) o una alarma de reloj por 20 minutos y escribe una carta a ese(a) niño(a), explicándole por qué el abusador está cometiendo una falta. Dile que no se culpe a sí misma(o). Déjale saber que es inocente. Tú eres el único lazo de esperanza y amor propio que ese(a) niño(a) tiene. Mientras tomas tu pluma, piensa en ti misma(o) como una cuerda de salvamento. Toma los siguientes 20 minutos para escribir.
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Cosas para reflexionar:
  • ¿Cómo han cambiado mis sentimientos de responsabilidad y auto culpa mientras trabajaba este ejercicio?
  • ¿Qué me falta por trabajar? ¿Qué me podría ayudar a liberarme de la vergüenza aún más?

REFLEXIONES: ENTENDIENDO QUE NO FUE TU CULPA

Saber que no fue tu culpa, profundamente aceptar tu inocencia y valor, es crucial para el proceso de sanar. Hay muchas razones por las que los sobrevivientes se culpan a sí mismos por el abuso que sufrieron en la infancia, y ninguna de ellas está justificada. El abuso siempre es culpa del abusador.
Dejar ir la vergüenza y la auto culpa es un proceso gradual. Pasar tiempo con niños(as), estando en contacto con tu propia infancia y desarrollando una relación sana con tu niño interior son tres cosas que pueden ayudar a sobre ponerte al mito de que tú fuiste de alguna forma responsable.
Aquí hay algunas preguntas que te pueden ayudar a evaluar tus sentimientos presentes, metas y necesidades en torno al tema del entendimiento de que no fue tu culpa.

  • ¿Qué sentimientos surgieron en mí mientras trabajaba este capítulo?
  • ¿Qué estoy sintiendo ahora mismo? ¿Qué sensaciones estoy experimentando en mi cuerpo?
  • ¿De qué edad me sentí mientras trabajaba este capítulo? ¿De qué edad me siento ahora?
  • ¿Qué fue lo más difícil para mí en este capítulo? ¿Qué fue confuso? ¿Qué no entendí?
  • ¿Qué aprendí? ¿Qué compromisos he hecho? ¿Qué pasos he dado?
  • ¿Qué he hecho de lo que me siento orgullosa(a)?
  • ¿Qué me falta por hacer? ¿Qué, si lo hay, quiero volver a trabajar o darle seguimiento?
  • ¿Qué necesito hacer para cuidar de mí ahora mismo?

Tomado de El Coraje de Sanar, libro de ejercicios de Laura Davis.
Espera los siguientes ejercicios sobre Aprendiendo a Confiar en Ti.

 El trabajo de prevención del abuso sexual infantil es esencial, pero decir no y decirlo, no detendrá a todos los agresores. Es un error pensar que los niños(as) están universalmente seguros luego de varias horas de entrenamiento preventivo en la escuela. A pesar que algunos niños(as) han detenido a los perpetradores con las habilidades que han aprendido, otros han sido abusados de todas formas. Incluso un(a) niño(a) muy determinado(a) tiene poco poder cuando se confronta con un adulto manipulador. Enseñar a los niños(as) habilidades de seguridad personal no garantiza su seguridad. Mientras empoderar a los(as) niños(as) es importante, es imperativo que no pongamos la responsabilidad de detener el abuso sobre los hombros de los(as) niños(as)